AVENIDA RONDA DEL SINÚ: ENTRE ESPACIOS Y SIGNIFICADOS
Miguel-Efrén Garcés-Prettel1 Luis-Guillermo Jaramillo-Echeverri2
Recibido el 15 de septiembre de 2015, aprobado el 4 de mayo de 2016 y actualizado el 21 de diciembre de 2016
DOI: 10.17151/luaz.2017.44.15
RESUMEN
OBJETIVO: Comprender los significados que asignan los ciudadanos de Montería a la Ronda del Sinú, considerada una construcción geo-urbanística que transformó los antiguos espacios de la Avenida Primera, una de las vías más importantes de Montería, capital del Departamento de Córdoba (Colombia). MÉTODO: El análisis etnográfico partió de los postulados de la geografía humana para interpretar los significados históricos y actuales de la Avenida Primera, abarcando tanto los usos sociales como las remodelaciones que ha tenido en el tiempo. RESULTADOS: Los espacios físicos de esta Avenida, al ser habitados por los ciudadanos, se convirtieron en lugares sociales cargados de historia y sentido; lugares donde coexisten dialécticamente el encuentro y el conflicto; la tradición y la renovación cultural; la diversidad y la búsqueda de identidad, al igual que las luchas por un reconocimiento socio político. CONCLUSIONES: La investigación aporta a los estudios sobre el territorio, una mirada sociocultural de las construcciones urbanas, concibiéndola más como espacios sociales dinámicos que como construcciones materiales inmóviles.
PALABRAS CLAVE: espacio público, espacio y lugar, geografía humana.
RONDA DEL SINÚ AVENUE : SPACES AND MEANINGS
ABSTRACT
OBJECTIVE: To understand the meaning assigned by citizens of Montería (Colombia) to Ronda del Sinú, considered a geo-urban construction which transformed the old space of Avenida Primera, one of the most important roads in the city of Monteria, capital city of the Department of Córdoba (Colombia). METHOD: The ethnographic analysis came from the postulates of Human Geography to interpret the historical and current meanings of Avenida Primera, covering both social uses and reforms it has had throughout time. RESULTS: The physical spaces of this Avenida, being inhabited by citizens, became social places full of history and meaning, where encounter and conflict , tradition and cultural renewal, diversity and search for identity, as well as struggles for sociopolitical recognition coexist. CONCLUSIONS: The research contributes to the studies on territory a socio-cultural perspective of urban construction conceiving them as dynamic social spaces rather than as static physical constructions.
KEY WORDS: public space, space and place, human geography.
INTRODUCCIÓN
El estudio se situó en la perspectiva de la geografía humana; pretendió comprender las relaciones humanas con los espacios urbanos de las ciudades; escenarios de construcción social donde las personas otorgan sentidos y valores simbólicos a sus propias realidades (Ritzer, 1997; Low, 2009). Consideramos entonces, junto con Sennett, que “las relaciones espaciales de los cuerpos humanos determinan en buena medida la manera en que las personas reaccionan unas respecto a otras, la forma en que se ven y escuchan, en si se tocan o están distantes” (2010, p. 19). De esta manera, el objetivo fue describir e interpretar los significados otorgados a la Avenida Primera de la ciudad de Montería (Colombia), a partir de los distintos nombres que sus habitantes asignan en su historia, como también, los significados que emergen de los usos y saberes que tienen del lugar que actualmente alberga un novedoso e innovador Parque Ecológico.
El Parque tiene una extensión lineal de 2.5 Kms de longitud y abarca toda la Avenida Primera de la ciudad, pasando por la orilla sobre la margen derecha del río Sinú entre las calles 20 y 36. Su construcción se inició en el año 2005 respetando el ambiente ecológico del lugar y redefiniendo la lógica urbanística de la vía que ahora es considerada epicentro de encuentro social y reconocida por sus habitantes como Parque y Avenida Ronda del Sinú. El ambiente logrado con esta reforma urbana fue considerado ejemplo al mundo de un programa eco-turístico que funciona como observatorio de educación y participación ambiental y como espacio urbano abierto para los habitantes y visitantes de la región (El Universal, 2009).
El presente estudio alcanzó relevancia, no solo por ser noticia nacional, sino por la carencia de investigaciones del espacio geo-urbano y corporal en la ciudad; es decir, estudios que analicen el impacto citadino de las transformaciones urbanas y su relación con los procesos socioculturales de cómo se vive la relación cuerpo-ciudad. Los escasos estudios existentes sobre La Avenida Primera, reformada actualmente en Parque, han abordado solo una perspectiva socioeconómica, colocando en relación la Ronda del Sinú con el nivel de satisfacción y disponibilidad de inversión ciudadana que los usuarios estarían dispuestos a ceder, con el fin de mantener o incrementar la oferta recreativa en la Avenida; esto, desde los servicios lúdicos que pueden ofrecerse desde el mismo Parque (Sepúlveda, 2008).
LOS ESPACIOS URBANOS: UNA MIRADA TEÓRICA DESDE LA GEOGRAFÍA HUMANA
El tema de los espacios ha sido abordado históricamente desde múltiples miradas; algunas ligadas al plano teológico-cósmico, que lo asumen como un orden creado o pre-establecido (perspectiva agustiniana); otras ligadas a lo filosófico, definiendo el espacio como algo absoluto (perspectiva newtoniana), medible (perspectiva euclidiana) y geométrico (perspectiva platónica). Otros enfoques de corte sociopolítico lo definen urbanísticamente como escenario de expresión de luchas y desigualdades sociales (Harvey, 1977); como dominación y control (Foucault, 1967); o como orden social donde se configura la conducta humana por medio de la experiencia y la práctica corporal (Bourdieu, 2008). En la modernidad, el concepto de espacio estuvo relacionado con el tiempo y la dominación de la naturaleza. En últimas, la noción del espacio siempre ha estado vinculada a los imaginarios de una época, a sus concepciones de vida, mundo y cuerpo; como lo expresaría Sennett (2010): “los espacios urbanos cobran forma en buena medida a partir de la manera en que las personas experimentan su cuerpo” (p. 294).
Por su parte Lefebvre (1969), concibe el espacio desde una relación socio-afectiva cuerpo-ciudad, en ella distingue tres tipologías: a) El espacio concebido: representación que se liga o une a la mirada planificadora del urbanista; b) El espacio percibido: asociado a los usos dados por las personas; c) El espacio vivido: sentido-en-cuanto-vivido que otorgan las personas a los espacios urbanos de su ciudad, este gira alrededor de significados y prácticas que hacen del espacio un lugar constituido (Reeder, 2011). Precisamente, los vínculos socio-afectivos que constituyen los ciudadanos al familiarizarse con los espacios de la ciudad, es lo que los convierte en lugares cargados de sentido donde las personas se reconocen y relacionan entre sí (Augé, 1993; 1995).
Este estudio partió de una dimensión socio-afectiva del espacio; para ello, acudió a referentes de la geografía humana donde autores como Varela (1990), Elisée Reclus (1995), Vidal y Pol (2005) y Sennett (2010), identificaron relaciones entre la sociedad y los lugares que se habitan; todos reconocen al ser humano como un transformador de espacios que deja huella a través de las interacciones sociales, lo cual permite concebir la ciudad como espacio del cuerpo que facilita la comunicación entre las personas (Llorca, 2005 y Sennett, 2010).
La geografía humana se ocupa de las dimensiones políticas inherentes a la actividad urbano-espacial gracias a las relaciones de poder que allí se construyen y que no prescinden de las relaciones de las sociedades con la naturaleza. Por ello, es posible hablar de una geopolítica del espacio por cuanto un espacio es político por esencia (Ribera, 2011). Esta perspectiva política introduce la urgente necesidad de hacer de los espacios territorios de libre acceso, de representación, de convivencia, de recreación, de significados y reconocimiento de diversidad; en este contexto emergen y cobran sentido ideales como el bien público, la sociedad justa o los valores comunes (Bauman, 2004). Ciudad como espacio de lo público, que entre más abierto esté a todos, más expresará una democratización sociopolítica (Habermas, 1991; Borja y Muxí, 2003).
MÉTODO
La investigación de enfoque etnográfico se llevó a cabo en tres momentos: En el primero se accedió a documentos históricos con fotografías e información del entorno físico y social de la Avenida en diversos períodos y cambios de época. Adicionalmente, se realizaron entrevistas semi-estructuradas a historiadores de la Universidad del Sinú. Los datos obtenidos en este primer momento se organizaron cronológicamente y se confrontaron entre sí con el fin de depurar y dejar consignada la evidencia histórica; a su vez, se hicieron labores de observación sobre usos sociales de la Avenida, aplicando la técnica del mapa conductual para describir relaciones en espacios previamente delimitados (Anguera,1987).
En un segundo momento se realizaron observaciones participantes entre los años 2006 y 2012; en especial, se observaron focos específicos de La Avenida: Zona del Primer Planchón, ubicada en la calle 22; Zona del Teatrino, ubicada en la calle 27 con Primera; Zona de Juegos, ubicada en la calle 35. Las observaciones se complementaron con entrevistas a profundidad a habitantes y visitantes, quienes nos daban cuenta de su procedencia, vivencias y significados de La Avenida.
En un tercer momento se realizaron entrevistas semi-estructuradas, marzo de 2013, a no menos de 10 personas que frecuentaban los espacios construidos de La Avenida, con el propósito de identificar los significados recientes sobre la misma y la construcción del nuevo Parque llamado Ronda del Sinú; todas las entrevistas fueron grabadas y transcritas. Posteriormente, se inició un proceso de codificación (abierta, axial y selectiva) que permitió descubrir categorías emergentes a través del Método de Comparación Constante propio de la Teoría Fundamentada (Strauss y Corbin, 2002). Este proceso posibilitó la emergencia de nuevos temas y categorías, las cuales se triangularon de acuerdo a los significados otorgados por los participantes del estudio, los usos sociales observados y la documentación histórica procesada.
RESULTADOS HISTÓRICOS SOBRE USOS Y SIGNIFICADOS DE LA AVENIDA
Tanto en los registros históricos de Striffler y De la Torre, que datan de los años 1779 y 1875, como en los textos recientes de Fals Borda (1986), Exbrayat (1994), Valencia (1994) y Castro (2003), se pueden apreciar la existencia de varios nombres otorgados a este espacio geográfico: Avenida de la Orilla del Río, Avenida 20 de Julio, Avenida Primera, y desde el año 2005, Avenida Ronda del Sinú, para hacer alusión a un nuevo Parque que tuvo como propósito re-crear la ciudad como espacio público y eco-turístico. A continuación, evidenciamos de manera sucinta cada uno de estos periodos históricos:
Avenida de la Orilla del Río. En los diarios de navegación de De la Torre (citado en Moreno, 1993) y en el libro de Guillermo Valencia (1994), se menciona la refundación de un poblado denominado en su momento San Jerónimo de Buenavista (actualmente Montería) con habitantes dedicados a la pesca, caza y explotación de madera; labores que se realizaban gracias al río Sinú y que sirvieron para el desarrollo de actividades como la construcción de asentamientos humanos.
Tanto el río, como la fertilidad de sus suelos, fueron importantes para los pobladores que vivieron entre el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, haciendo del territorio ‒al servicio del virreinato español‒ la zona agraria más destacada de la región y el mayor productor de maíz de la provincia que se destinó tanto a la exportación frente a la potencialidad de los mercados de Cartagena y Portobello, como al propio sustento de indios y esclavos (Vidal, 2008).
Por otra parte, las facilidades de comercialización, dada la buena comunicación fluvial que se conectaba fácilmente con el mar a través de la Bahía de Cispatá, posibilitó un crecimiento urbano y demográfico que hizo que en 1807 Montería dejara de ser Poblado para convertirse en Villa con alcalde propio; subsiguientemente, en el año 1840, ascendió a cabecera de distrito integrando toda la provincia del Alto Sinú.
El nombre de Avenida de la Orilla del Río también entraña un significado de lo que fue el apogeo socioeconómico de Montería entre los siglos XVII y XIX gracias a las bondades del río y sus laderas, que hicieron de esta Avenida un puerto estratégico para el comercio de alimentos y otros productos de subsistencia. Las crónicas del francés Striffler, a finales del siglo XIX, ilustran el ambiente comercial de la avenida en ese entonces:
[…] De Cereté nos trasladamos a Montería, último punto habitado. En Montería, a lo menos, cada casa se encuentra colocada a la sombra de un bosque de naranjos. En el tiempo de la cosecha se ven grandes embarcaciones cargadas de naranjas que llegan para de allí ponerse a la vela y seguir la costa hasta Cartagena (Striffler, 1994).
Esto nos indica que al puerto llegaban personas para comercializar alimentos, pero también, movilidad de extranjeros, sobre todo franceses, que a mediados del siglo XIX realizaron expediciones en busca de oro, dando origen a la Compañía del Sinú, la cual generó enormes dividendos en la bolsa de París.
Avenida 20 de Julio. La Avenida de la Orilla del Río fue sin duda un epicentro del desarrollo social y comercial en la génesis de Montería hasta mediados del siglo XX. No obstante, es en esta época donde la avenida sufre una transformación geo-urbanística que convirtió el sector de la calle 35 y 36 en un sólido puerto de atraque, haciendo que aumentara la movilidad de las personas, el transporte de carga y el comercio en general. El puerto construido por el ingeniero Víctor Tribiño e inaugurado el 20 de julio de 1938, consistió en una estructura de concreto de cien metros levantada a la altura de las calles 34 y 35, por ser uno de los sitios más profundos del río (Castro, 2003; Exbrayat, 1996).
La construcción del puerto redefinió el nombre de la Avenida asignándole el título de Avenida 20 de Julio por la fecha de su inauguración, motivado también por el ambiente patriótico del país. El nombre entrañaba dos sucesos históricos: primero, la invitación a una celebración local debido a la apertura de una nueva construcción, esto significó el repunte de una Montería que empezó a desarrollarse en sus diversos frentes de vida económica y social; segundo, recordar el célebre grito nacional de 1810 que anuncia el inicio de independencia de la corona española. El nombre entonces es una señal de identidad local y nacional, una concordancia con lo que se hace y se avizora “en un mundo que prosigue sin falta su propia marcha” (Le Breton: 2011, p. 68).
Con la construcción del puerto se dieron cambios sobre la geografía de la Avenida y sus habitantes. Evidencia de ello son las fotografías tomadas por Justo Tribiño en la primera mitad del siglo XX; estas revelan el crecimiento de construcciones en buena parte del recorrido lineal de la Avenida. Allí aparecen casas, kioscos que venden alimentos, un incremento de movilidad entre los habitantes de las dos márgenes del río, y con ello, la masificación del transporte fluvial con sus tradicionales planchones.
Los antiguos naranjos descritos por Striffler fueron remplazados por imponentes bongas que congregaron a miles de personas en la Avenida con el fin de observar las famosas carreras de caballos. Más tarde, en 1942, se adecuaron obras contiguas al puerto entre las calles 35 y 36, su finalidad era reubicar al antiguo mercado público que estaba funcionando en otro sector de la ciudad desde 1906. Estos cambios hicieron de la Avenida un lugar significativo para la memoria de la ciudad; el flujo comercial y la integración social se reforzaron gracias a que las personas aprovechaban las épocas de verano para bañarse en el río y participar de festivales populares organizados a campo abierto. La Avenida fue identificada como un lugar para el encuentro, “invención personal de una geografía o su apropiación a la escala del cuerpo” (Le Breton, 2011, p. 66-67).
Luego, con la construcción de la carretera troncal de occidente y el puente metálico, inaugurado en 1956 bajo el gobierno del presidente Rojas Pinilla, el puerto –que convirtió la Avenida de la Orilla, en la Avenida del 20 de Julio– dejó de ser el epicentro de la comunicación fluvial, abriéndose paso al comercio y la movilidad terrestre de vehículos particulares, camiones y buses de transporte público, lo que hizo que el río y la Avenida perdieran su foco de interés en el desarrollo social y recreativo de la ciudad; además, porque los gobiernos de la época no supieron articular los procesos de convivencia lúdica con el nuevo modelo de “desarrollo de ciudad” que aceleradamente se estaba gestando.
Avenida Primera. En los albores del siglo XX el crecimiento poblacional de la región estuvo motivado por la fertilidad de sus suelos, el desarrollo agropecuario y la explotación maderera y minera; por tanto, se crearon nuevos espacios territoriales con el propósito de albergar a más habitantes en la ciudad. De 884 habitantes que existían a finales del siglo XVIII, se pasó a 4.000 en el año 1905; 23.268 en 1918; 64.192 en 1938 y 77.057 en 1951 (McFarlane ,1997). Muchos de estos habitantes eran extranjeros que emigraron al Caribe debido a las guerras continuas en Europa, a otros los motivó la explotación geográfica y minera que se consolidó en Montería en la primera mitad del siglo XX; este crecimiento económico impulsó la llegada de franceses, sirios, libaneses, judíos y otros, que vieron atractivo y rentable quedarse en territorio monteriano. Toda esta afluencia re-configuró la cultura, la idiosincrasia, la economía, la política y el desarrollo urbano de la ciudad. No obstante, en la segunda mitad del siglo XX se dieron hechos trascendentales que cambiaron sustancialmente a Montería, incluyendo, evidentemente, la Avenida 20 de Julio.
El primer cambio comenzó en 1952 cuando se reconoce a Montería como ciudad capital del departamento de Córdoba, recién separado territorialmente del departamento de Bolívar. Esto dio un fuerte impulso al desarrollo socio-económico y urbano en la distribución de la ciudad. Hasta principios del siglo XX Montería contaba con catorce calles perpendiculares al río y doce avenidas paralelas al mismo (Castro, 2003). En este sentido, al tradicional Monumento de la Bandera Colombiana (1935), la Casa de Gobierno (1906), la Catedral (1903-1916) y el Parque Simón Bolívar (1921), le siguió en 1953, un nuevo impulso urbanizador con la pavimentación de las cinco calles consideradas las más importantes; entre ellas la Avenida 20 de Julio que, con la nueva cartografía de la ciudad, tomó el nombre de Avenida Primera.
El nombre lo recibió porque fue la primera avenida donde creció urbanísticamente la ciudad, siendo además un epicentro socio-económico con presencia de negocios y casas donde residían elites familiares y políticas que –luego de la expansión urbana de 1953–, emigraron hacia el norte de la ciudad y fundaron barrios como La Castellana y Recreo. Igual sucedió con las familias de clase media que seguidamente se ubicaron en los barrios Obrero, Colón, La Ceiba y Montería Moderno. Por su parte, los habitantes de escasos recursos lograron, entre 1960 y 1980, ubicarse en los barrios que se construyeron al sur y sobre la margen izquierda del río, destacándose: La Granja, Rancho Grande, Villa Real y El Tambo.
Debido a la forma como se dieron estos reordenamientos territoriales, Montería terminó siendo lo que Edward Soja denomina la ciudad fractal de los extremos sociales, caracterizada por la fragmentación y polarización donde: por el lado de la geografía norte están las clases adineradas, y por el lado de la geografía sur, las clases pobres, muchas de ellas víctimas del conflicto armado colombiano que generó desplazamiento masivo de familias entre 1980 y 2005; esto hizo que miles de estas familias vivieran en condiciones de miseria en los barrios más populares de la ciudad (Guzmán, 2007; Negrete, 1997; 2002).
Los procesos de pavimentación y expansión urbana generaron en la Avenida Primera una importante inversión nacional y extranjera, lo cual dio lugar al surgimiento de edificaciones residenciales y de empresas. Algunas de éstas ya estaban desde inicios del siglo XX; sin embargo, con el progreso modernizador urbano, las zonas empresariales y comerciales crecieron aún más, dando otros usos a la Avenida; en esta se realizaron actividades económicas, de hecho, al finalizar la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI, la Avenida se transformó eminentemente en un sector destinado al comercio, lo cual desplazó, en cierta medida, los usos tradicionales y culturales de épocas de antaño. Con la modernización de la ciudad, “la nueva geografía refuerza los medios de masas...el cuerpo se mueve pasivamente, desestabilizado en el espacio, hacia destinos situados en una geografía urbana fragmentada y discontinua” (Sennett, 2010, p. 21).
USOS Y SIGNIFICADOS ACTUALES DE LA AVENIDA
A comienzos del siglo XXI la ciudad experimenta otro ambiente, movido por la presencia de inversionistas nacionales y extranjeros, como también, la presencia de una economía matizada por la ilegalidad en el lavado de activos; esto, fruto de la expansión de grupos armados de extrema derecha denominados “Paramilitares”. Se crea una cartografía urbana que da origen a otros barrios populares, conjuntos residenciales, centros comerciales y reformas de lugares y corredores viales entre los que se encuentra la Avenida Primera.
A pesar de este crecimiento urbano, las avenidas de la ciudad siempre han evidenciado una débil planeación sectorial con una gran dificultad para subsanar el déficit de espacios públicos. Esta situación ha hecho que los centros comerciales no solo se conviertan en espacios exclusivos para el consumo, sino además, en lugares reducidos para la diversión y el encuentro social; problemática que hace que sus habitantes no encuentren posibilidades de hacer uso de espacios y lugares a campo abierto (Negrete y Garcés, 2010). En este contexto de estrechamiento y “confort” social, emerge el proyecto urbano Ronda del Sinú, que pretende convertir la antigua Avenida en una zona ecológica de esparcimiento. A continuación presentamos algunos hallazgos respecto a los significados de la Avenida y el Parque producto de la triangulación entre: observaciones participantes, entrevistas semi-estructuradas y archivos consultados. Cada título esboza una categoría emergente, la cual se describe tal y como surgió de la codificación de los datos.
Lugar de historia y visibilización de una tradición. Con el parque Ronda del Sinú, la Avenida se reafirma como un lugar histórico al que las personas, en especial los jóvenes y adultos, vuelven a mirarla como zona de encuentro, como espacio de todos, recuperando un vínculo socio-afectivo con el lugar que se fue perdiendo por razones del ambiente comercial que se entronizó en el sector de esta Avenida.
Con la construcción del Parque Ronda del Sinú se trasladaron los festivales que antaño se hacían en la Plaza de Bolívar de la ciudad. En épocas especiales como la Temporada Navideña, la Semana Santa, y la Feria Ganadera, la Avenida era un lugar de encuentro para la realización de festivales folclóricos, gastronómicos y venta de dulces típicos, los cuales retornaron nuevamente gracias a la transformación urbana realizada. Evidencia de que “la relación con el paisaje es afectiva... cada sitio despierta una serie de sentimientos, diferentes según los individuos que se acercan y el humor del momento. Cada espacio contiene en potencia revelaciones múltiples” (Le Breton, 2011, p.73).
Las zonas del Teatrino y del Museo Zenú de Arte Contemporáneo son muy concurridas por las nuevas muestras culturales y exposiciones gratuitas que son amenizadas periódicamente con artistas nacionales e internacionales. De esta manera, la Ronda del Sinú convirtió la antigua Avenida Primera en un espacio urbano donde convive la tradición y las nuevas expresiones culturales, lugar para el nomadismo fundador donde la cultura es mirada no como algo estático, sino como realidad social en movimiento que se junta con lo nuevo para enriquecer la cosmovisión de la ciudad (Maffesoli, 1999).
De zona de paso a lugar de paseo-recuperado. Cabe recordar que en los albores del siglo XXI la Avenida no era un referente social de integración o espacio público. Era un sitio de paso, no un lugar para caminar o de paseo como lo es actualmente.
De paso: para cruzar la otra orilla por medio del ferri, encontrarse con alguien, llegar al mercado público, esperar una cita, atravesar el río o ir a las universidades o barrios sobre la margen izquierda de la ciudad.
Con el proyecto del Parque el sector de la Avenida aledaño al río vuelve a ser un lugar de caminata, de paseo, se recupera el ambiente social y ecológico de antaño, se reafirma como paisaje urbano no solo de orden material sino social, pues hace posible que los sujetos se observen como sociedad y cultura (Joseph, 1988). Incluso, se redefinió la antigua zona comercial, puesta al servicio de nuevos usos y dinámicas de ecoturismo del Parque, convirtiendo la Avenida en un ícono que proyecta la ciudad y genera beneficios a la economía local.
Lugar de identidad, diversidad y reconocimiento. Los siguientes testimonios revelan la percepción de algunos visitantes sobre lo que significa la Ronda del Sinú:
“Este es un lugar que nos encanta, porque además de ser algo que nos identifica y representa, haciéndonos sentir en nuestra casa” (Visitante de 23 años)... “El parque hay que cuidarlo, hacerle mantenimiento adecuado para que cuando lleguen los turistas queden enamorado de él” (Visitante de 45 años).
Montería es una ciudad reconocida por su cultura; sin embargo, los referentes identitarios que se han constituido sobre ella son más de carácter regional que local (el porro como baile de tradición, el sombrero vueltiao, las sandalias cordobesas, alimentos como el suero y el mote de queso). Lo más reciente que quedó en la memoria nacional fue que la ciudad se convirtió en epicentro de los diálogos de paz de Colombia que terminaron en el año 2006, con la posterior desmovilización de los grupos paramilitares, actores armados que se auto-proclamaron como organizaciones de autodefensas para combatir las guerrillas de izquierda (FARC-EP y ELN).
Hoy en día La Ronda del Sinú es para la población monteriana su referente urbano de identidad local, un marco de representación que los identifica con una ciudad que empieza a perfilarse turísticamente por la transformación geo-urbanística de la Avenida, que hizo del Parque un símbolo arquitectónico que atrae turistas en todo momento. Los testimonios de los monterianos revelan los vínculos socio-afectivos y de familiaridad con el lugar, contribuyendo al fortalecimiento de la identidad regional con el territorio local. Esto se da en medio de una interacción y construcción recíproca de sentidos que desbordan el lugar; tal vez un no-lugar que se objetiva a través de una racionalidad dialógica expresada en conocimientos y saberes significados socialmente como parte de una tradición y una historia (Jaramillo y Aguirre, 2010).
Hoy la avenida ha visibilizado con fuerza los distintos grupos sociales que habitan la ciudad, refleja una diversidad étnica y cultural en cada una de las visitas al Parque y sus alrededores. Como espacio público, se convierte en oportunidad para el conocimiento de nuevas identidades juveniles y tribus urbanas: emo, punk, break-dance, hip hop y rap, entre otros; grupos que acuden con frecuencia al Parque, en especial, al Teatrino donde realizan presentaciones culturales.
Quizás uno de los aspectos más interesantes en esa búsqueda y lucha por el reconocimiento social lo han experimentado grupos homosexuales que antaño frecuentaban la Avenida de manera silenciosa para evitar el acoso, la ridiculización, incluso, la agresión por parte de visitantes que hacían mofa de su homosexualidad. Lamentablemente, quedaron rezagos de este rechazo social, en especial, contra la comunidad LGBTI. El estudio de Garcés, Palacio y Aguilar (2010), sobre la cultura política en Montería, identificó la existencia de grupos excluidos dentro de las percepciones políticas de los ciudadanos; entre estos grupos estaban los homosexuales (68%), seguido de los líderes religiosos (72%); grupos que según los encuestados deben marginarse o abstenerse de participar de la dinámica político y ciudadana de Montería.
En este estudio, se encontró que los homosexuales están en el nivel III de exclusión que según Castel (2004), busca privar a personas y colectividades de algunos de sus derechos fundamentales, incluyendo la participación en el entramado social de las ciudades. Actualmente, en el Parque Ronda del Sinú los homosexuales son más visibles; se reúnen como grupo en diferentes puntos de la Avenida y se les observa conversando de manera tranquila, algunos con su pareja, lo que convierte al Parque en un lugar para la diferencia y el reconocimiento social, sobre todo, para aquellos grupos que históricamente han sido estigmatizados como “anormales” (Foucault, 2001).
Otro actor importante en la Ronda del Sinú son los niños. El parque abrió un espacio lúdico que convirtió la Avenida en un lugar atractivo para la población infantil y su familia, hecho trascendente en la idiosincrasia de la ciudad, pues los niños no eran un público tenido en cuenta en la historia de la Avenida y en los espacios construidos sobre ésta. De esta manera, el parque ahora es un espacio propicio para que adultos y niños aprendan nuevas formas de relacionamiento con el paisaje de Montería; se pasa de una visión reducida del espacio, a otra que les permita asumir un mayor compromiso con la preservación del ambiente y la biodiversidad.
Un lugar de conflictos y problemas sociales. El siguiente testimonio revela la preocupación de los visitantes por la sostenibilidad del parque:
“Hay que meterle más a la parte de aseo, porque uno paga este servicio en los recibos de los servicios públicos. Se requiere más limpieza constante de parte de los gobernantes que deben estar pendientes” (Visitante de 58 años).
Es evidente la preocupación de los visitantes por el futuro del Parque debido al deterioro de las zonas verdes y la infraestructura existente que pide mantenimientos rigurosos y constantes. Todavía algunos añoran la vieja gramilla que permaneció en los primeros tres años de inaugurado el Parque, el cual se mantuvo vigente en ese periodo, pues el gobierno local tenía a su disposición vigilantes que alertaban, con un silbato, cuando los visitantes cruzaban el límite de los espacios cubiertos por la hierba. La propuesta del silbato fue buena en sus inicios pero insuficiente, esto sembró el erróneo imaginario social de que el manejo de las basuras, el cuidado de las zonas verdes y los equipamientos de la Avenida son responsabilidad del gobierno de turno, específicamente, del alcalde. Por el contrario, el cuidado por lo público y por el otro, pasa por una conciencia cívica cercana al cuidado de los cuerpos, cuidado y protección por un ambiente íntimo de los lugares; en este sentido, “no experimentaremos la diferencia de los demás mientras no reconozcamos las insuficiencias corporales que existen en nosotros mismos. La compasión cívica procede de esa conciencia física de nuestras carencias, y no de la buena voluntad o la rectitud política” (Sennett, 2010, p. 394).
De otro lado, la Ronda del Sinú como espacio público con capacidad para albergar un sinnúmero de visitas, ha convertido la Avenida en un lugar para configurar la protesta y la acción política que tradicionalmente se concentraba en la Plaza de Bolívar; pero también, en un lugar donde llegan habitantes de la calle y personas desempleadas, haciendo que la Avenida sea en sí misma un espacio social que visibiliza las polaridades, contrastes y problemas de inequidad social como el desempleo y subempleo. Las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, en febrero de 2013, revelaron que el desempleo alcanzó el 12% y el subempleo el 64%, situación que agravó el nivel de pobreza que estuvo alrededor del 36.9%, y el de pobreza extrema que alcanzó el 6.3%, lo que trajo como consecuencia el aumento de la miseria. Estos problemas sociales están relacionados directa o indirectamente con los efectos de la violencia política que vive Córdoba desde la segunda mitad del siglo XX, y de la carencia de políticas públicas eficaces que contrarresten estas problemáticas que encuentran en la Avenida y el Parque un lugar para visibilizarse.
CONCLUSIONES
Las transformaciones urbanas de la Avenida, hoy llamada Ronda del Sinú, han venido de la mano de los procesos sociopolíticos y económicos que ha tenido la ciudad en su historia. Somos hijos de una época, las transformaciones urbanas también lo son, por eso los nombres que ha tenido esta Avenida revelan las circunstancias históricas de una ciudad en sus diferentes facetas de desarrollo y progreso; de ser llamada poblado, villa, cabecera, municipio, hasta llegar a lo que es hoy: Montería, la capital de Córdoba.
Si bien es cierto que el gobierno de Montería es consciente de la necesidad de construir espacios públicos para que el ciudadano transite libre y seguro por la ciudad, la experiencia percibida en esta Avenida permitió comprender que los ciudadanos son productores de sentidos y significados del espacio, donde a pesar de los usos esperados por los gobernantes, terminan generando otras dinámicas de apropiación a partir de sus percepciones y vivencias encarnadas que superan las lógicas preestablecidas de la institucionalidad; de esta manera, transforman los espacios en lugares donde lo social emerge de la mano de lo político y lo cultural como factores mutuamente incluyentes.
Los cambios urbanos y las realidades acontecidas en la historia de la Avenida Ronda del Sinú posibilitan seguir mirando los espacios urbanos como escenarios de vivencia corpórea, donde los cuerpos crean vínculos socio-afectivos que modifican la concepción del espacio, para redefinirlos como lugares de sentidos y significados donde dialécticamente coexisten la tradición y la renovación cultural, la diversidad y la búsqueda de identidad, las exclusiones y las luchas por el reconocimiento socio-político.
Los resultados encontrados aportan a los estudios sobre el territorio una mirada sociocultural de las construcciones urbanas al concebirlas como espacios sociales dinámicos e interactivos y no como simples obras materiales inmóviles, de allí que la Avenida no solo sea un lugar para la familiaridad, también para visibilizar el ejercicio de poder, los conflictos, las ideologías y las confrontaciones políticas de los ciudadanos. Lugar de posibilidad para “aquellos que un día fueron expulsados del Jardín del Edén y podrían encontrar un lugar en la ciudad” (Sennett, 2010, p. 30); un lugar llamado: Avenida Ronda del Sinú.
Conflicto de intereses: El manuscrito fue preparado y revisado con la participación de todos los autores, quienes declaramos que no existe ningún conflicto de intereses que ponga en riesgo la validez de los resultados esperados. Los autores damos expresamente crédito y mención a las instituciones universitarias a las que pertenecemos, así como la oportunidad por brindar espacios y tiempos necesarios para madurar las reflexiones aquí consignadas.
REFERENCIAS
1. Candidato a Doctor en Comunicación, Universidad del Norte. Universidad Tecnológica de Bolívar. Cartagena, Colombia. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it. Código licencia ORCID: 0000-0001-6391-3147
2. Doctor en Ciencias Humanas y Sociales-Educación. Universidad del Cauca. Popayán, Colombia. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it. Código licencia ORCID: 0000-0002-8433-4002
Para citar este artículo: Garcés-Prettel, M. y Jaramillo-Echeverri, L. (2017). Avenida Ronda del Sinú: entre espacios y significados. Revista Luna Azul, 44, x-x. DOI: 10.17151/luaz.2017.44.15. Recuperado de http://200.21.104.25/lunazul/index.php/component/content/article?id=236
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